XX Travesía de Resistencia Tejeda Almijara

Crónica escrita por nuestro compañero Ángel Fernández, coordinador de la Travesía de Resistencia Tejeda Almijara

Se resistía esta veinteava edición a salir adelante. Una cifra redonda, predestinada a ser celebrada. Y se resistió ciertamente, hemos tenido que esperar dos años, pandemia de por medio, para llegar a Sedella, poner de nuevo rumbo a La Maroma de madrugada y completar una ruta, una Travesía con mayúsculas, que recordaremos durante mucho tiempo. Pero no ha sido La Maroma la celebración esta vez, la XX edición no parece gustar de celebraciones, sí de dejar un gran recuerdo, un recuerdo colectivo. Porque si algo ha tenido esta edición de la travesía ha sido la unión de todo el equipo de voluntarios y participantes por superar los contratiempos que surgían. Eso, y no otro, es lo que nos deparó esta edición de celebración que se resistía.

El pronóstico meteorológico no era bueno, pero aparecía una ventana con la salida del Sol que daba una mínima esperanza de pasar la cumbre de La Maroma. Y con esa idea, consultados los árbitros, se decidió tomar de salida la ruta principal y no la alternativa para estas circunstancias climáticas que pensábamos íbamos a evitar con el alba. En el poco rato de descanso que pudimos tomar antes de partir no paró de llover sobre Sedella, a veces con fuerza. Pero llegados a las 3:30, cuando habríamos de partir, la lluvia cesó, el ansiado pronóstico de mejoría parecía acercarse, de modo que con más decisión aún partimos hacia la Lomas del Cuascuadra con destino las Llanadas de Sedella, primera estación antes de atacar la zona de cumbre de La Maroma propiamente dicha. Un espejismo aquello.

Esta primera etapa de la prueba es sin duda la más dura de todo el recorrido, mil metros de desnivel en cinco kilómetros. Bien es verdad, que sale uno fresco, aunque mal descansado, y que el ritmo que imponen los guías es tranquilo. Pero es una subida impenitente, sin descanso, sin calentamiento. A medida que se iba ganando en altura, el tiempo empeoraba. Se preparó el avituallamiento previsto en la zona de Las Llanadas, junto a un abrigo en el carril. La temperatura no era especialmente baja, estábamos sobre cero, no así la sensación térmica; el viento y la nieve que caía en ese momento, no aconsejaban proseguir. Quizá la nieve cesaría, o el viento amainaría, pero atravesar con un grupo tan numeroso la zona de cumbre de La Maroma, faltando aún quinientos metros de desnivel, en esas condiciones, comprometía la seguridad de todos. Se consultó de nuevo con los árbitros. Dejaron la decisión en manos de la organización. Y decidimos abortar la subida. Fue doloroso, no había ocurrido en ninguna edición celebrada. Y ha habido años con condiciones malas, muy malas. Hemos tenido viento, niebla, lluvia, cencellada… Pero en esta edición de celebración se conjugó todo y el riesgo era muy alto. Había que abortar, habrá mejores ediciones en las que ver el amanecer desde La Maroma en una travesía.

Y ahí empezó lo mejor de esta Travesía que decía antes con mayúsculas. Nada de lo previsto servía. Había que diseñar de nuevo la prueba, con los equipos ya desplazados, con algunos en tránsito, otros descansando y despertándose con una llamada para cambiar de planes y con una Travesía Popular que ensayábamos este año por primera vez que debía comenzar junto con su hermana mayor en Alcaucín. Y todo funcionó.

El trabajo de los guías ha sido impecable. La marcha discurrió con fluidez, unida, agrupada en todo momento, aguantando cuando había que retener, ajustando cuando había que llegar. No tenían rutómetro o tiempos de paso orientativos. Al llegar a Sedella de regreso de Las Llanadas, ya se había pergeñado la nueva ruta. Se dieron unas líneas maestras y las estimaciones de paso para nuevos puntos de avituallamiento que podrían atenderse. No hubo más, se tomó la información, se replantearon las posiciones y todos empujaron para que saliera bien.

La labor de los voluntarios externos también se vio muy alterada. Se contaba, para nuestra fortuna, con dos extraordinarios todo terreno, con dos titanes al volante (no os riáis, que sí, sé que ahora os estáis riendo a lágrima viva, pero es que es así, para vuestro trabajo el sábado no encuentro calificativos suficientes). No hubo reposo para los todo terreno, se suplió con estos equipos otros avituallamientos previstos.

La Travesía Popular se ensayaba este año con el ánimo de favorecer a familiares y amigos de los participantes el unirse a la actividad y disfrutar de su ambiente en el tramo final. También abría esas mismas posibilidades a un público más cercano al lugar. La idea ha sido muy bien acogida por los grupos que participan en la CATR, para algunos que vienen de lejos, les supone un atractivo más para venir con sus familias y pasar el fin de semana en la zona. Puesto que había previsto guías específicos para segundo tramo y el grueso de voluntarios se incorporaban en Alcaucín, la organización de la Travesía Popular no se veía comprometida con los cambios que iban sucediendo en la prueba de resistencia. Su desarrollo fue normal.

Con todo ello, en Canillas de Aceituno, en el horario previsto, las dos marchas se unieron para continuar ruta hacia Sedella, de nuevo, y como no dejó de aparecer intermitentemente durante toda la jornada, con la lluvia de telón de fondo.

Finalizamos en Sedella, cansados, después de 16 horas, 45 km de Travesía de Resistencia con 3000 metros de desnivel positivo y otros tantos negativos, con la gran satisfacción de haber disfrutado con los participantes de la ruta, de comprobar que el esfuerzo realizado había servido. Apenas 16 abandonos de los 141 que partieron de Sedella de madrugada.

Hubo que sacrificar la cumbre, también el paso por Alcaucín, un municipio que siempre ha estado apoyándonos en todas las ediciones incondicionalmente. La Maroma es así, hay que aceptarlo, lo mejor es que vendrán otras ediciones en las que saborearlo de nuevo.

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